Cuando la relación empieza a deteriorarse y se piensa seriamente que no se aguanta más o no se ve salida,  es el momento de plantearse la posibilidad de que alguien ajeno y profesional pueda echar una mano.

La terapia de pareja es cosa de dos y es uno el que da la voz de alarma y el otro tiene que estar dispuesto a colaborar. En algunas ocasiones la terapia de pareja no es satisfactoria porque cuando se acude al profesional ya no hay solución.

En las relaciones de pareja se crea un vínculo entre dos personas que es el producto de la relación entre dos roles complementarios y que tiene unas características:

  • compromiso limitado
  • compromiso claro
  • cierta distancia para analizar el comportamiento propio y el ajeno

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En cambio, un vínculo defectuoso tiene las siguientes características:

  • compromiso ilimitado o total
  • falta de distancia para analizar y en cierta medida,  la dependencia del otro

“La relación de pareja involucra directa o indirectamente grupos humanos que se manifiestan a través de costumbres, hábitos y comportamientos determinados,  es conveniente conocer la estructura social que rodea a cada uno de los miembros de la pareja, ya que son personajes que de una u otra manera van a aparecer durante el tratamiento.

Acudir a un profesional para iniciar una terapia de pareja puede llevarse a cabo en dos grandes supuestos:

1º cuando existen diferencias en la convivencia, conflictos puntuales o toma de decisiones urgentes (separación, divorcio, reconciliación de pareja separadas…)

2º cuando la pareja desea una revisión exhaustiva de su historia con el fin de clarificar al máximo y comprender a fondo su relación.

En general, las terapias de pareja no suelen ser muy prolongadas, aunque sus integrantes pueden continuar en tratamientos individuales, grupales o también de grupos de parejas –que es lo idóneo-, ya que en este encuadre la similitud de problemas y los diversos enfoques que lo plantean contribuyen a una mejor elaboración de los propios.

Tanto en terapia de parejas como individuales, debemos dar a los pacientes la posibilidad de que experimenten solos los logros alcanzados y así, no basta con darse cuenta o entender para cambiar, sino que es necesario que todo ello se instrumente inteligentemente y se plasme en comportamientos y realidades cotidianas. (Jaime Rojas-Bermudez 1997)”